viernes, 31 de agosto de 2012

Cervezas: St Sebastiaan Grand Cru


Análisis previo:


Dicen que en esta vida hay que probar de todo. Intento llevar a rajatabla ese dicho, lo cual me ha llevado a numerosas "probadas" realmente decepcionantes.

Hoy estamos ante la versión blanca de la cerveza marrón que ya tomamos hace tiempo y cuya calificación fue un "sin más": St Sebastiaan Dark. La verdad es que la cerveza no daba para mucho, pero viendo que había otra variedad la cogimos pensando que quizás, sólo quizás, hubiera una hermana buena y una hermana mala.

A medida que me voy tomando la blanca empiezo a dudar cuál de las dos es realmente la buena...

Lo primero que nos gusta de esta botella es que, además de ser de 500ml (lo cual puede ser muy bueno o nefasto), es de un material ¿cerámico? muy chulo. También nos llama la atención que el tapón sea doble: una chapa típica y clásica y un cierre de los de las botellas de plástico de viaje y las gaseosas de hace años.

La etiqueta la verdad es que no destaca por mucho. Es un señor eclesiástico (¿quizás San Sebastián? no, no lo es, así que punto negativo) sirviéndose una cerveza. Una simulación de castillo, un poco de tal, un poco de cual y... bueno, nada nuevo bajo el sol para aparentar ser cerveza "medieval" y darle ese toque de "eh, que somos buenos".

Leyendo las etiquetas, podemos ver que es una cerveza belga hecha según la ley de la pureza alemana de 1516. Esto es: malta de cebada, agua y lúpulo. Lo único que nos... bueno, no sé ni cómo calificarlo, es un "EXELENTE" que tienen puesto en la traducción castellana. Por favor, hay que intentar cuidar estos detalles...




La cata:


Lo cierto es que al abrirla nos viene un olor inconfundible: típica cerveza horrible rubia que al día siguiente te acuerdas de la familia de quien la ha hecho. Si a esto le añadimos que es de factura belga y que es de alta graduación... bueno, tenemos un problema entre manos.

Vertemos y no podemos echar mucho. Una enorme capa de espuma blanca de burbuja amplia nos llena la copa. En la foto falta bastante espuma, porque en realidad se pasó del límite. Afortunadamente, baja más o menos rápido y no tienes que lidiar con una barbaridad de espuma que te deje el hocico blanco.

Miramos a contraluz y vemos que es rabiosamente burbujeante, tipo champán y cava. Burbujitas pequeñitas en columnas ordenadas sobre un fondo rubio ambarino ligeramente turbio.

Total, que dejamos de dar vueltas y probamos. Sí, ciertamente es mala como ella sola. Bueno, vale, las hay bastante peores en el mercado pero no soy capaz de recordar muchas. Al menos, la primera impresión en frío no es precisamente agradable.

La burbuja que tan salvajemente veíamos se nota, y mucho, en boca. Pica, refresca y llena la tripa de gasecillos que luego llenan la atmósfera de CO2. Obviamente, ni se os ocurra remover la cerveza en la boca o la espuma os saldrá por la nariz y quedareis un poco mal. Si lo haceis, en casa y solitos... pero grabándolo para subirlo a Youtube :)

La cerveza va cogiendo temperatura y parece que va mejorando. La sensación alcohólica real de los 7'5º que nos regala se nota y mucho. No por el sabor a alcohol que al final queda más o menos disimulado, sino por el guantazo que te pega si vas un poco distraído.

Lo que sí que podemos decir es que a temperatura ambiente va ganando en matices. La maltosidad en boca se nota y mucho, la lengua va quedado como una zapatilla y empiezas a tragar caramelos en lugar de tus propias babas. Ugh, hoy estoy un poco escatológico, lo siento :)

Cuando vamos oliendo notamos que no huele a nada en especial. Huele a cerveza estándar, que no ha tirado de la moda de "aberrar a base de lúpulo" aunque tampoco ha metido una basura recogida de la cuneta de una carretera.

La primera copa se acaba rápido, así que nos vamos al frigorífico a rellenar y conseguimos llegar a duras penas: 7'5º en esta cerveza se hacen difíciles de sobrellevar con el estómago ligeramente vacío.

Rellenamos, como decía, y volvemos a sufrir la espumosidad que comentábamos al principio. Esta vez se ha desbordado completamente :(

Al volver de la cerveza atemperada a la cerveza fría, nos damos cuenta de cómo varían las catas dependiendo de la temperatura de la cerveza. Mucha gente no le da importancia: "que esté fresquita". No, fresquita ocultas y matas absolutamente todo, por eso las cañas te las ponen congeladas: para que no te des cuenta de la basura que te están cobrando a precio de importación.

El caso es que el amargor en frío no se nota absolutamente nada, pero a medida que se va "calentando", se hace muy notorio. Así pues, dejamos reposar la cerveza y la dejamos que entrene un rato para poderla probar nuevamente en plenitud de facultades.

[Musiquita de ascensor, permanezcan atentos, en breves instantes volveremos con la emisión]

Volvemos, y aunque la cerveza no está aún a su temperatura (o quizás sí), podemos percibir un sabor a lúpulo puro increíble. Es en este momento cuando, poniendo un símil musical, puedes percibir todo el espectro de sabores. Por un lado el lúpulo como tal, por otro la malta, por otro el amargor del lúpulo y finalmente... algo :D

La conclusión es que, sinceramente, no tengo conclusión a favor ni en contra. En frío es mala con avaricia. En la temperatura que aparentemente es idónea para la cerveza, es aceptable e incluso puede disfrutarse mucho. En caliente, momento al que pasa lamentablemente demasiado rápido, se convierte en un caramelo alcohólico burbujeante y con un regusto nada agradable que apunta a una resaca de dimensiones épicas (aconsejamos tener una botella de agua cerca para paliar los efectos lo antes posible). En "muy caliente", el alcohol empieza a hacerse notar en la garganta mientras se traga dando cierta sensación de quemazón, la espuma y burbuja desaparecen de la vista porque se vuelve hiper turbia y en boca sólo hay espuma por todas partes.

Total, que no aporta nada al universo pero siempre estará ahí como una opción para un día tonto.

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