lunes, 4 de junio de 2012

Eventos: Inauguración de la fábrica de Cerveza Milana


El pasado 2 de junio, sábado, tuvo lugar un evento muy importante en Montemayor de Pililla, pueblo de la ciudad de Valladolid: se inauguraba la fábrica de Milana, la cerveza artesana del pueblo.

Una cervecera cuyos 16 socios han perseguido durante bastante tiempo y han conseguido con bastante trabajo: desde el germen de la idea un día de fiesta, hasta conseguir convencer a inversores, pasando por el papeleo y días de investigación y desarrollo.

Antes de entrar en materia, centremos el asunto. Montemayor de Pililla, se sitúa en la meseta castellana a unos 40 kilómetros de Valladolid, más cerca de Segovia que del centro de su propia ciudad. No nos vamos a engañar: es un pueblo muy pequeñito. Eso sí, con sus típicas casas de pueblo, sus típicos habitantes de pueblo y el típico silencio de pueblo que todos los que estamos en grandes ciudades añoramos de vez en cuando.

Pues bien, la fábrica de Milana se asienta en una nave industrial casi al final del pueblo, cerca de una era y con unas vistas preciosas a, literalmente, la vuelta de la esquina.


¿Y por qué es importante la inauguración de la fábrica? Por varios motivos muy simples, los cuales redundan todos en "crecimiento". El pueblo empieza a conocerse, hay visitas, los negocios de por allí pueden obtener nuevos beneficios y en general, se fomenta el empleo. Que sí, que probablemente a la señora Obdulia le sea indiferente porque ella no tiene un negocio, pero quizás su casa se revalorice y a sus hijos o nietos les venga fenomenal. En cualquier caso, fabricantes y agricultores cercanos se verán favorecidos con la apertura de la fábrica.

Dicho todo esto, nos plantamos en Montemayor de Pililla, bajamos del coche, nos acercamos a la fábrica y...

Lo primero que nos llamó la atención fue la barbaridad de gente que asistió (la mayoría del pueblo, supongo). Esperábamos que asistiera gente, sí, pero quizás no tanta. Nos aglomeramos alrededor de la puerta y nos llevaron a la era de la vuelta de la esquina para ver cómo liberaban una milana (para quien no lo sepa, un ave rapaz). Este fue el momento de mayor tensión, dado que soy un mapache muy pequeño y no me atraía especialmente la idea de que un ave me secuestrara...



Una vez vivido este momento tan emotivo, nos redirigimos a la entrada, donde un miembro del grupo teatral Corsario y vecino del pueblo hizo una pequeña introducción y cortó la cinta de rigor.



Abrieron las puertas y la nave se llenó de gente. Unas cuantas palabras emotivas, discurso, felicitaciones, aplausos, caras sonrientes, felicidad, destape de un cuadro y al tema.

Bueno, vale, el tema del cuadro merece mención, dado que cada año irán sacando un nuevo cuadro de un artista con el cual harán una camiseta. Así pues, objeto fetiche de coleccionista...


Y ahora sí, empieza la fiesta real y el desbarajuste y caos más extremo (o más incluso). Tampoco fue para tanto, pero sí es cierto que la organización fue un poco extraña. Un solo grifo, dos camareros, una barra y una masa ingente agolpada intentando llegar a que les atendieran. Se perdona por la inexperiencia, pero lo lógico hubiera sido un par de colas bien organizadas :)

Además de las cervezas, de las que luego hablaremos, había una sección muy interesante a la que no sé si mucha gente prestó atención: los ingredientes de las cervezas, en platos, para poder tocar, oler, sentir...


Allí teníamos lúpulos de varios tipos, maltas, dextrosas y la correspondiente botella. Y esto, para qué engañarnos, está muy bien. Porque a mí me puedes contar que un lúpulo es una planta que blablablablablabla, pero si no lo veo, toco y huelo, es como si me hablas de unicornios.

Y allí estuvimos un rato olisqueando los lúpulos y planteándonos abrir nuestra propia cervecera para hundirle el negocio a todos los que están metidos en el mundillo. Luego volvimos a la vida real y seguimos pensando en platos y comer, que es lo nuestro. Eso sí, una extraña sensación de felicidad sutil nos embargaba (sensación que se amplió a lo largo del día) y es que el lúpulo guarda un oscuro secreto: es familia cercana del cannabis :)

Vistos los ingredientes y vistas las instalaciones, nos hicimos con unos tickets y unas copas y nos acercamos a la barra. Tres cervezas para probar y sólo dos que pudimos dada la marea humana y el calor que hacía (imaginemos una nave industrial en un pueblo castellano a mediodía, en junio...). Eso sí, sólo dos que probamos en la fábrica porque luego... bueno, lo de luego, para luego.




Si de algo presumen en Milana es de hacer cervezas "distintas". Al final una cerveza "básica y pura" lleva agua, levadura, malta y lúpulo. Así pues, tampoco hay "tantas" combinaciones mágicas para destacar. Ellos han optado por aroma y sabor, lo cual consiguen a través de los lúpulos. Una media de 4 o 5 lúpulos por cerveza, concretamente.

Empezamos con la Milana de trigo, blanca. Yo sinceramente esperaba una cerveza de trigo alemana, pero aquello era un barbarismo lupulero. Nada que ver con la típica cerveza alemana. Un bonito color que hace juego con mi pelaje y mucho amargor. Poca sensación alcohólica, poca sensación de sequedad, burbujilla juguetona y una extraña sensación de "esto no me lo esperaba".

Seguimos con la Milana Bonita, una pale ale. Fuimos todo felices y ale, nuevamente otro mundo de lúpulo en una cerveza. Mucho amargor, cítricos, un poco más de oscuridad de cerveza y lo mismo que en la anterior: esto no me lo esperaba.

Llegada la hora de comer, nos fuimos a su restaurante asociado, La Martina. Allí pudimos degustar un buen menú (no son Adriá, pero tampoco es un chino o un kebab) quizás un pelín caro para lo que es. La sorpresa es que aunque en el menú ponía que se debía elegir una cerveza, nos abrieron un botellín de cada tipo. Y gracias a esto, probamos la Milana tostada :)

¿Y qué tal la Milana tostada? Pues sin duda, la más "normal" de las tres y la que más encajaba en lo esperado a priori. Eso sí, un ramalazo lupulero quedaba de fondo, aunque en este caso era más la sensación de maltosidad que otra cosa, quedándose una cerveza bastante agradable y más para el público "general".

Una vez acabada la comida y ya de tapeo por Valladolid, estuvimos charlando sobre la cata. La sensación que nos queda es, en general, buena aunque con matices.

No tenemos muy claro cuál es el público objetivo de Milana, así que no podemos opinar sobre si triunfará o no. Podemos decir que lo que tienen entre manos son unas IPA disfrazadas bajo otros nombres, lo cual no es ni bueno ni malo, salvo que quieras hacerte un hueco en el mundo de "la caña de terraza". Para nuestro gusto son un pelín más amargas de lo necesario y quizás con la mitad de intensidad serían perfectas para tomarlas a diario, aunque por lo que vimos allí... la gente mataba por ellas. Si te gustan las IPAS y los sabores intensos, entonces estas cervezas te encantarán tal cual :)

En conclusión, hay mucho potencial, fue una buena fiesta de inauguración y ahora lo más importante es conseguir hacerse un huequito. Desde aquí les deseamos mucha suerte y que todo les vaya bien, a ver si el año que viene podemos ver esa segunda camiseta... y unas cuantas milanas más :)

Si quereis ver todas las fotos, incluidas las del menú, pasaos por nuestra página de Facebook: La cocina del mapache feliz

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