lunes, 26 de septiembre de 2011

Cilantro Gastrobar

Hace unos días, el mapache aprendiz estuvo con su hermana de visita en el Cilantro Gastrobar. Ese día estuvieron con Pepe Gorines, su dueño, y les recomendó tomar su famosa hamburguesa.

El mapache aprendiz, que es muy curioso, le preguntó de qué iba esa hamburguesa. Lo que le dijo, nos convenció. Ese mismo día, leímos en una página de internet un artículo en el que hablaban de las mejores hamburguesas de Madrid. ¿Adivináis cuál era una de ellas? (No, no era la franburguesa :( era la del Cilantro).

La conclusión es que el equipo de La cocina del mapache feliz se ha dejado caer un domingo a la hora de la comida por el Cilantro para degustar la susodicha gastrohamburguesa y los platos que nos quisieran recomendar.

Así de primeras podemos decir que, lamentablemente, el sitio pasa un poco desapercibido. Es pequeñito y si no fuera por las sombrillas y la terraza, probablemente no lo hubiéramos visto. Vale, lo hubiéramos visto porque sabíamos a dónde íbamos y ya lo conocíamos, pero probablemente pasando por delante un día cualquiera una persona cualquiera...no sé, es posible que fuera más o menos invisible.

De segundas podemos decir que, según nos ha visto, Pepe ha salido a saludarnos como si nos conociéramos de toda la vida. Un tío super abierto, amable, educado y muy muy cercano.

Aprovechando que aún hace buen tiempo en Madrid, nos hemos sentado en la terraza y mientras nos tomábamos un par de cañas, hemos revisado la carta.

Carta muy variada y de extensión justa con un poco de todo, para todos los gustos (incluidos platos para celíacos, lo cual consideramos bastante importante). Y no sólo eso, sino que además disponen de platos "fuera de carta".

En lo que decidíamos qué pedir vino Sonia, una de las camareras. Sinceramente, si yo fuera cualquier camarero de esos que pululan por ahí y viera cómo se desenvuelve esta chica, se me caería la cara de vergüenza. Infinita educación, calma y saber estar. Una sonrisa en la cara permanente y un trato que, en definitiva, da gusto. Se nota que disfruta en su trabajo.. .o finge muy muy bien. Nosotros apostamos por lo primero, claramente.

A lo que íbamos: Se nos acercó y nos hizo "las recomendaciones del día". Curiosamente, coincidieron con lo que nos íbamos a pedir, así que no hubo mucha discusión ni nada que pensarse.

El primer plato fue una ración de txipis. Lo que más nos llamó la atención fue el color y el tamaño. No son chipirones de ahí de cualquier sitio, no: directamente traídos de Fuenterrabía. Esto por sí mismo no es garantía de calidad final del plato, pero unido a la buena mano del cocinero (o cocinera), se convierte en un auténtico espectáculo. Cebolla confitada y una vinagreta elaborada con su propia tinta completan un plato que nos ha sorprendido por su calidad, considerando que estamos en Madrid y no una ciudad costera. Una carne blandita, tierna, jugosa, con todo su sabor...en definitiva, en ese punto crítico en el que si dejas los txipironcitos medio segundo más, se te quedan como auténtica goma y mejor que los tires a la basura. De esto no tenemos foto, había hambre y volaron :)

Un pintxo de ensalada con un montón de cosas y conejo fue el siguiente plato que cayó en nuestra mesa. Al principio parecía una ración pequeña, pero pasado el tiempo, aquello no se acababa. Una pata de conejo, queso de rulo de cabra, una uva, lechuga, zanahorias ligeramente cocinadas, granada...

Según acabamos las ensaladitas, nos llegó la hamburguesa especial. ¿Y qué tiene esta hamburguesa para ser especial? Pues algo tan simple como 200 gramos (aunque por experiencias previas nos parecen más...) de una carne excepcional de buey angus americano de unos ocho años de edad, queso cheddar, rúcula y una especie de salsa barbacoa-ketchup muy rica para mojar las patatas gajo. Sinceramente, la recomendaría un millón de veces y probablemente antes que casi cualquier otra hamburguesa que he probado. De esto tampoco hay foto pero bueno, es una hamburguesa, no un cuadro...y todos sabemos cómo son las hamburguesas. Cabe destacar que el pan no era el típico pan de cadena hamburguesera cutre y barata...sino un pan rico rico, crujientito y...bueno, paramos aquí que empezamos a babear de nuevo ;)

Fue en este momento de deleite hamburguesil cuando Pepe nos trajo un vino tinto de uva merlot (navarro, si no recordamos mal) especial para la hamburguesa. "Después de haber hecho pruebas y pruebas, es lo que creo que mejor marida con esta hamburguesa". Un vino tinto dulzón, ácido y muy muy rico...incluso para un cervecero empedernido como es el mapache aprendiz.

Antes de irnos, teníamos que probar los postres, así que elegimos dos para compartir.

El primero de ellos se llama "Las chuches". Una regresión a la infancia en forma de postre y texturas que es delicioso. Licuado de piruleta (que fue lo que menos nos gustó, dentro de que estaba igualmente rico), espolvoreado de petazetas (que lamentablemente no hicieron demasiado "peta" porque lo dejamos reposar y se mojaron), mousse de regaliz (épica) y helado de chicle que aparece cuando menos te lo esperas y te vuelve loco de lo rico que está. Sabores en general muy logrados que, según nos explicó el propio Gorines, no se han sacado de algo tan simple como "triturar una piruleta", sino de un proceso de ingeniería inversa y ensayo y error hasta que han conseguido dar con una receta gastronómica y no química que simule ese sabor al máximo.

El segundo postre era una textura de mango con helado de queso fresco y polvo de galleta por encima. Nuevamente aparece la figura de Pepe, que nos explicó que este postre es un "darle la vuelta" a la clásica tarta de queso con una fina capa de mango por encima, aprovechando para darle un total protagonismo a esta fruta. ¿Y qué opinamos de este postre? Pues no lo diremos porque nos calificarían el blog como +18, pero bueno, dejémoslo en "como retozar en la hierba fresquita un domingo de verano por la mañana". Exquisito queso, muy rico mango y galleta con sabor a galleta (que parece una obviedad, pero no siempre lo es...)

Acabada la hora de los postres, quisimos pedir un café diferente. El mapache pidió "un café diferente", y Sonia nos dijo que "café irlandés" tenían... pero se les había acabado, así que pedimos un café Nespresso normal. Normal normal... bueno, un "tazón" en comparación con cualquier otro café que te sirven en tacitas de juguete en otros restaurantes. En cualquier caso, sólo por la presentación y la pinta de los cafés irlandeses que vimos pasar por delante nuestro (justo los últimos que salieron), repetiremos visita.

Para rematar la tarde, Pepe se sentó con nosotros y nos acompañó mientras tomábamos dos gintonics diferentes que él mismo nos recomendó (uno con naranja y otro con manzana). Aprovechamos para charlar un rato con él, tranquilamente, y comprobar que es una gran enciclopedia de conocimiento gastronómico y todo un personaje.

Y llega el momento crítico, el que duele, el que marca la diferencia y el que normalmente te hace decidir si vuelves o no: la cuenta. Para la calidad de lo que hemos comido y lo que hemos comido, más que aceptable. No es caro, pero tampoco barato como si fuera Tasca Pepe (nunca mejor elegido ese nombre).

En definitiva, no es un restaurante de alta gama y "puturrú de fuá", pero tampoco estamos en una tasca de barrio. Estamos ante un híbrido bastante interesante que recoge lo mejor de los dos mundos, con una calidad de servicio envidiable y con un dueño que se preocupa por cómo va su negocio, lo cuida y lo mima.

¿Volveríamos? Sí, y de hecho seguro que lo hacemos no tardando mucho...

Si os han entrado ganas de conocer el restaurante y a su peculiar gerente...¿dónde está? En la calle General Álvarez de Castro, 7, muy cerquita de las paradas de Iglesia y Quevedo, en Madrid.

5 comentarios:

  1. ¡como no me lleveis ahi cuando vaya , sus matooo!

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  2. zorionak Pepe!!!!!!!!!!!!!!!!
    Natxo ex ZM

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  3. Hoy hemos estado en este Bar con nuestra hija de 6 meses. Hemos llegado a las 7 de la tarde junto con 3 adultos más cuando el bar estaba vacío. Nada más entrar nos dijeron que no se podía abrir la deble puerta porque estaba bloqueada y por tanto hemos tenido que entrar "como hemos podido" con el carrito incluso desmontando una rueda.

    Acto seguido, y con bastante frio nos han abierto todas las puertas del bar, incluida la supuesta puerta bloqueada, y la puerta donde estaba nuestra hija, y todo con la intención de que nos fuesemos del bar, entendemos que porque molestaba que estuviesemos con un carrito.

    El bar estaba completamente vacío pero nos han echado de malos modos, incluso empujando con la puerta con bastante fuerza el carrito de nuestra hija que estaba durmiendo.

    Somos los primeros que no entrariamos en un bar lleno por no molestar, pero siendo clientes habituales de la terraza en verano nos hemos sentido insultados, echados, y desde luego con el riesgo de haber volcado el carrito al abrir la puerta "a conciencia" con la intención de que nuestra hija pasase frio y nos fuesemos.

    Vergonzoso, me arrepiento de no haber puesto una hoja de reclamaciones o haber llamado a la policia. Si no se es bienvenido se puede decir, pero nunca empujar el carrito de un menor.

    No volveremos obviamente

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  4. Una lástima tu experiencia, nosotros tan sólo podemos juzgar por la nuestra y fue muy buena.

    Un saludo :)

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  5. " Why do the wrong people, travel, travel, travel..." Noel Coward.

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