Análisis previo:
Alguno puede que se esté preguntando qué demonios hace esta cerveza en este blog, con la de veces que he dicho que este tipo de marcas (Heineken, Cruzcampo, Mahou, Estrella Galicia) no me gustaban y que jamás entrarían aquí.
Bueno, no os voy a engañar: estas cervezas han entrado en mi frigorífico víctima de un clarísimo autoengaño. Una vez probé una cerveza de caña en un bar, vi que estaban "patrocinados" por Cruzcampo Gran Reserva y, para mi sorpresa, fue una cerveza que me gustó y pensé que quizás estaba equivocado en mis prejuicios, que había vida inteligente e interesante en las cervezas de caña.
Hoy abro una de las seis botellas que tan ilusionado me he traido y...
... claramente algo ha pasado. En ese restaurante la caña era amarga, con sabor, fuerza, olor, espuma de la buena y una consistencia en boca que daba auténtico placer, durando en la copa en óptimas condiciones a lo largo de toda una comida.
Esta que tenemos ante nosotros "envejece" rapidísimamente y de muy mala manera. De hecho, ni siquiera tiene el mismo color. Veredicto: nos hemos confundido y lo asumimos. Aprovechando, vamos a hacerle una cata a una de esas que dije que nunca entrarían aquí. Y no, no va a ser precisamente buena, ni va a ser un combate limpio.
Así de primeras, la botella es triste. Primer derechazo a la altura del bañador y de muy malas maneras. Casi sin etiqueta, sin nada de información (salvo lo básico y supongo que obligatorio) y es otra de esas cervezas que jamás sería capaz de ver en un supermercado salvo que la fuera buscando explícitamente.