miércoles, 9 de mayo de 2012
Restaurantes: Etxanobe, Bilbao (Parte 1, El restaurante)
Hace tiempo ganamos en un concurso una Smartbox que consistía en una cena para dos personas en un restaurante que tuviera una estrella Michelín. Aunque había varias opciones muy interesantes, nos decidimos por el Etxanobe. ¿Por qué? Por muchos motivos:
- Queríamos conocer a Fernando Canales, ídolo adolescente de nuestro mapache aprendiz (sí, así de raro es el chico, que prefiere cocineros a músicos/actores/actrices/deportistas).
- El mapache aprendiz ya había comido allí en varias visitas a Bilbao y siempre había quedado encantado.
- La hermana del mapache aprendiz estuvo trabajando en el Etxanobe una temporada.
- La mapache audiovisual (y todo el equipo, en general) tenía ganas de ir a conocer Bilbao (el resto del equipo, a verlo de nuevo).
Una de las cosas que hay que destacar de este restaurante es que no piden etiqueta. No es bonito que vayas en chándal, pero supongo que no pondrían ninguna pega. Con ir medianamente elegante es suficiente, lo que se contrapone a La terraza del casino, donde te obligan a ir con chaqueta como mínimo :)
Otra de las cosas que nos gustan de este restaurante es que no hay una aparente rotación de personal. Esto es una buena señal, dado que hay caras reconocibles de una visita a otra (pasando años entre medias) y eso implica que, probablemente, es un buen sitio de trabajo.
Pero centrémonos en el restaurante, que ya habrá tiempo de dispersarse un poquito más. El Etxanobe está situado en la última planta del Palacio de Congresos de Bilbao. Pegado a la ría, cerca del Guggenheim y a menos de 15 minutos andando del centro de Bilbao (consideramos "centro" el centro geométrico, Indautxu). Cerca de absolutamente todo, con parking muy cercano, y al mismo tiempo algo separado del centro y el bullicio.
El ascensor de acceso ya es impactante: un ascensor exterior a través del cual ves Bilbao según vas subiendo. Cuando te deja en la planta del Etxanobe, vas a dar a un pequeño recibidor que, a pesar de estar vacío, es acogedor. Abres la puerta, entras y lo primero que te encuentras es una barra de bar que supongo que la única utilidad que tiene (de cara al cliente) es la de recibir, pagar y poco más.
Algo que nos llamó la atención después de la visita a La terraza del casino es la distribución de las mesas. Mientras en La terraza del casino había pocas mesas, muy grandes y muy separadas, en Etxanobe hay mesas medianas y alejadas lo suficiente para no estorbarse unos a otros. La sensación de sobriedad existe, pero no llega al nivel del restaurante regentado por Paco Roncero. Una sensación completamente diferente y que se agradece.
Las camareras van vestidas elegantes pero sin excesos. Hay unas cuantas, pero no se toca a diez camareros por mesa ni se pasan todo el rato observándote por si acaso. Libertad total y absoluta y no pasa nada si te sirves tú mismo el agua :)
Tuvimos la suerte de, por ser quienes somos, poder disfrutar de una mesa pegada a uno de los ventanales, concretamente el que daba a su gran terraza. La lástima es que fuéramos de noche, por lo que sólo pudimos disfrutar de las luces bilbaínas. Una mesa grande, larga y suficientemente ancha como para estar al mismo tiempo cerca y lejos sin molestarse y pudiendo hablar sin gritar.
Dado que íbamos con un menú cerrado, ni siquiera hizo falta mirar la carta. Carta que, por cierto, creo que fue el primer restaurante que puso en ipad. No entraré en detalles porque lo vi en un reportaje y no en persona, pero por lo que recuerdo era algo bastante interesante dado que no era únicamente una carta sino una especie de seguimiento de tu plato...
Nuestro primer contacto "serio" con el personal de Etxanobe fue con Zigor, un señor hiper simpático y que lleva doce años en el restaurante. Nos trajo un papel enrollado y nos dijo que ése era el menú que nos tocaba pero que, por orden de Fernando Canales, iba a variarse un poco. ¿Qué mejor manera de empezar la noche que con unas vistas del Bilbao nocturno y con la noticia de que el propio Fernando se ha molestado en personalizarte un poco el menú?.
Pues yo os digo la mejor manera: que Fernando Canales aparezca, se acerque a saludarte y te explique un poco lo que te vas a encontrar esa noche. Algunas mesas más tuvieron ese honor, pero creo que no todas. Sinceramente, algo que a mí me da muy buenas vibraciones es que el propio chef o jefe de cocina del lugar salga en persona a explicarte el menú. No digo que se quede toda la noche pegado a ti contandote los pormenores, pero sí al menos una introducción de alguno de los platos esenciales.
¿Y qué decir de Fernando Canales?. Siempre en la tele y en las entrevistas me había dado la sensación de un tío humilde, cariñoso y cercano a más no poder. Cuando se nos acercó pude comprobar que no era sólo una sensación sino una realidad. Quizás más nervioso incluso que nosotros (qué situación más graciosa), con una dulzura y una humildad excepcionales, nos fue contando alguno de los platos que fuimos degustando.
Mientras tanto, a lo largo de la cena pudimos observar que el servicio era excepcional: estaban presentes pero sin que los notaras. No cortan tu conversación, no interrumpen, no cometen errores garrafales (alguno cometerán, digo yo, pero en las cuatro horas que estuvimos cenando no observamos faltas graves). Lo más importante, en cualquier caso, es algo que ya comentaba al principio: no agobian, ni te sientes observado. Están pululando alternando entre las diferentes mesas, pero sin descuidarte. Acabas un plato y al poco rato ya vienen a retirartelo y servirte el siguiente.
Sobre la comida, sólo puedo comentar que en los últimos años han mejorado bastante la cocina. No es que antes fuera mala, simplemente es que ahora tiene un nivel increíble. No esperes encontrarte un costillar de cerdo gigantesco. Tampoco esperes un microcanapé que se llame "solomillo de mamut". Ese no es el estilo del menú que probamos nosotros. Muchos platos que podríamos calificar de medias raciones con una calidad espectacular.
Algo tan simple como unas anchoas rebozadas hasta algo tan elaborado como un cristal de patata, pasando por una merluza tradicional. Eso es exactamente lo que te vas a encontrar: cocina moderna y tradicional con un punto perfecto que te hará disfrutar de todos y cada uno de los bocados que tomes. Tampoco esperes sabores estridentes, excesivos, salados, dulces, picantes... todo está equilibrado, medido, perfecto incluso para alguien tan especialito como nuestro mapache aprendiz.
En definitiva, un sitio que hay que visitar. Ni siquiera podría calificarse de caro dados los precios de restaurantes similares o incluso inferiores. Aquí sabes que lo que pagas es una delicia que invita a disfrutar de cada bocado. Los menús degustación consideramos que son asequibles y, de hecho, allí vimos que había tanto familias aparentemente de alto nivel como gente normal y corriente de la calle.
Ah, la selección de vinos. Sólo pudimos probar, por limitaciones del menú, uno blanco y otro tinto. No recuerdo los nombres, pero el alemán blanco (¿quizás un riesling?) era algo increíble. El tinto, de la Rioja alavesa, otra joyita. Los demás, no puedo opinar, pero supongo que del mismo o mejor nivel.
Finalmente, una nota más sobre el servicio: aunque cada cual guarda su posición al máximo posible, si es necesario y la situación lo exige todos y cada uno de ellos colaboran sirviendo y recogiendo, dando la sensación de una pequeña familia que se apoya y en el que a pesar de haber rangos, no hay problema ninguno en saltárselos.
Como colofón y ya fuera de la crítica del restaurante en sí, tuvimos el momento más emotivo de la noche cuando Fernando Canales se acercó a nuestra mesa y regaló, firmó y dedicó uno de sus libros para el mapache aprendiz. Y aquí, nuevamente, pudo apreciarse la humildad de Fernando: un agradecimiento constante a la crítica (positiva) de nuestro mapache y una actitud de "servidumbre" constante hacia todos los comensales con los que se acercaba a hablar. Y es esto lo que define a una gran persona así que, por favor, que vayan aprendiendo esos que van de dioses por sus locales (no me refiero a nadie en concreto, que conste): una actitud agradecida, humilde, cercana y de servidumbre triunfa.
Muchas gracias a Fernando, a Zigor y al resto del equipo por hacernos pasar una noche inolvidable. Eso sí, nos dio pena que el señor i+d, Paul, no viniera a nuestra mesa a juguetear con nitrógeno líquido, cosa que hubiera redondeado ya la noche...
Si quereis saber qué comimos, tan sólo teneis que pasaros por el post correspondiente:
Etxanobe, el menú.
Para finalizar, os dejo con el mural (y un cacho del sumiller) que preside gran parte del restaurante:
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