Eventos: Bizkaiko Txakolina Jaialdia 2012, Bilbao

Como bien sabeis los que nos seguís en la página oficial de facebook de La cocina del mapache feliz y en el perfil de Fermín Chef Mapache, hemos estado de vacaciones en Bilbao.

Una de las cosas que hemos hecho ha sido pasear mucho, tanto por la zona antigua de las siete calles como por la ría y por la zona nueva y comercial. En uno de estos paseos, y de manera totalmente casual, descubrimos este evento bastante interesante en Arenal del que poco pudimos disfrutar porque lo vimos tarde.

El Bizkaiko Txakolina Jaialdia es un pequeño evento que se va celebrando en diferentes sitios de Vizcaya cuyo propósito fundamental es dar a conocer el txakolí que se produce en la zona y que está bajo la denominación de origen Bizkaiko Txakolina. Una iniciativa muy interesante dado que acerca a precios asequibles un producto que, en mi opinión, merece algo de atención en este mundillo.

¿Y qué es el txakolí? Básicamente un vino extraído de uvas verdes, normalmente con algo de burbujeo, cierto sabor afrutado y un toque de acidez. Oscila entre 10 y 15 grados de alcohol y en general es producido en el País Vasco aunque alguna otra región intente hacer el suyo propio.

Este vino lo descubrí hace años en su formato blanco precisamente en un viaje al País Vasco y me encantó. Fácil de consumir, divertido, agradable y muy apto para cocinar con él pescado, pollo o cerdo, por ejemplo. En conclusión, un producto realmente bueno al que creo que no se le da la importancia necesaria.

Y esto es lo que encontramos: unas poquitas carpas de diferentes productores que ofrecían a un euro una copa de sus txakolís. Hemos de decir que la organización del evento era un poco extraña y confusa a la hora de acceder. No quedaba muy claro qué había que pagar ni cómo y la gente que estaba allí tampoco es que lo dejara suficientemente claro.

Al final, lo hicieras como lo hicieras, tenías que adquirir un pack consistente en una bolsita-saquito que podías colgar del cuello, una copa de cristal, dos cupones para txakolí y un txanpón. Esto último, que tuvimos la suerte de que nos tocaron cuatro en lugar de dos, era una monedita que servía para una vez acabado el evento irte a uno de los bares colaboradores y canjearlo por un txakolí extra.

Esto era el pack básico de 5 euros. Luego además podías adquirir más tickets para txakolí a 1 euro cada uno o tickets para comer un pintxo a 1 euro también. Obviamente, nos hicimos con un par de tickets de pintxos para poder probar.

Una vez dentro del pequeño recinto, nos acercamos a uno de los stands. Tuvimos suerte de que el señor fuera simpático, porque nos ofreció sus dos variedades y nos explicó brevemente en qué consistía cada una. Una un poco más seca, alcohólica y "para hostelería" mientras que la otra era más afrutada, burbujeante, menos alcohólica y más orientada al público. Probamos de ambas y decidimos que aunque las dos eran buenas, nos gustaba más la burbujeante. Nos preguntó nuestra opinión, nos dió las gracias y nos despedimos.

Nos acercamos a la zona de pintxos y vimos una carta que indicaba cuáles eran los elegibles aunque luego el señor que despachaba nos dijo que era orientativa, ya que iban cambiándolos. No vamos a decir que esos pintxos cambiarán el rumbo de la historia, pero tampoco estaban mal y la verdad que eran generosos. Nos decidimos por un atún con vinagreta bastante aceptable de tamaño y por un pimiento relleno bastante rico.

Mientras consumíamos los pintxos, vimos algo que nos alegró: había organizadas catas maridaje de pintxos y txakolís. Lamentablemente, llegamos justo cuando acababa de empezar la última, pero nos asomamos y vimos un poco de qué iba el tema. Una cata un poco "abarrotada" (lógico, si sólo organizas dos o tres al día) pero que en general tenía buena pinta y a la cual nos quedamos con ganas de ir.

Nos arrimamos a otra carpa y pedimos de nuevo las dos variedades: uno blanco y uno tinto. Y aquí es donde vimos la parte floja de estos eventos: en lugar de estar atendiendo a la gente que va a consumir y conocer tu producto, están más pendientes de que venga el señor de la caseta de al lado, la familia o los amiguetes. Así pues, nos quedamos con la duda de saber en qué se diferenciaba uno de otro más allá de la uva, dado que no paraba de hablar con unos conocidos y nos dejó allí vilmente tirados con las copas.

En la zona original acabamos sentados junto a la ría tomando a la luz de la luna los txakolís y lo que quedaba de pintxo. Una bonita estampa para algo que nos encontramos de pura casualidad. Aprovechando que cerraron y que teníamos los txanpones, nos dirigimos a una de las zonas que aparentemente tenía más bares colaboradores: Plaza Nueva, donde habíamos estado de pasada, pero no habíamos entrado a ningún bar y que nos había recomendado Mikel Iturriaga, El comidista. También fuimos a una calle cercana y entramos en otro bar con un camarero muy simpático :)

Y bueno, tampoco es que haya mucho que contar salvo el par de txakolís y los pintxos que tomamos ya fuera de la "promoción":
- Unos chorizos a la sidra (¿por qué no los hacen al txakolí?) exquisitos en el Charly (Plaza Nueva). - Un tigre y una croqueta muy ricos en el Baste (calle María Muñoz).

En definitiva, algo que hay que visitar si se puede y que hay que promocionar. Esto es para txakolís, pero bien podría hacerse lo mismo con otro tipo de productos, montando una pequeña feria "espontánea" en el medio de la ciudad.