lunes, 9 de abril de 2012

Cervezas: Paulaner Salvator


Análisis previo:


Volvemos a las catas de cerveza con un clásico: Paulaner Salvator. Esta es la versión "oscura" de la Paulaner de trigo que todo el mundo conoce y que seguramente haya probado alguna vez. Todo sea dicho, a mi las cervezas rubias alemanas de trigo me repelen un poquito en general porque me sientan bastante mal, así que siempre cojo esta cerveza con un poco de resquemor "por similitud".

Cabe destacar que esta cerveza se realiza siguiendo el mismo procedimiento desde el siglo XVIII. Concretamente, según la ley de pureza de Reinheitsgebot de 1516: sólo podían utilizarse agua, malta de cebada y lúpulo. La levadura, que no "existía" por aquel entonces, no se reguló mediante esa ley.

Consultando la botella que tenía en mi colección (de hace unos 8 años), podemos ver que no ha cambiado. Así como otras van cambiando cada cierto tiempo, esta no ha cambiado absolutamente nada en lo que es presentación. Sí, ha cambiado la distribución de los textos de la receta, pero poco más. La etiqueta mostraba y sigue mostrando a un típico fraile con cara de vicio (normal, si tenía a diario esta cerveza) y un señor de alta sociedad típico de aquellas épocas con una cara también de ligeramente perjudicado. Entre ambos, una jarra metálica rebosando espuma cervecera. El logo y la marca de la cerveza sobre un bonito madero decorado completan la etiqueta, muy "colonial" y "monjil".

La cata empieza y lo hace de manera un poco peculiar: leyendo la etiqueta y viendo que es un poco complicado clasificar la cerveza a primera vista. ¿Por qué? Porque la etiqueta no puede ser más confusa.

La definición en diferentes idiomas oscila entre bock, doble bock, negra, extra negra, tostada y doble negra. Uno se pregunta a la vista de ésto qué se va a encontrar, y...



La cata:


... no se encuentra nada más que una preciosa cerveza de un color entre ambarino y cobrizo, en oscuro. Tostada es, desde luego, pero creo que no podría llegar a calificarse como cerveza negra salvo con las luces apagadas.

El olor que nos recibe es fuerte. En esto, al menos, tiene razón la etiqueta. Sus 7'9º de alcohol se hacen notar y mucho, tanto en nariz como en paladar y postpaladar. La espuma en la copa es blanca impoluta, bastante densa y alta, pero que se va rápido.

La cerveza es turbia y da la sensación de que podría tener una segunda fermentación en botella dado que tiene un sospechoso poso flotando. En cualquier caso, si miramos a la luz podremos ver finísimas burbujas subiendo desordenadamente. Burbujas que, por otra parte, no son protagonistas en la boca. Sí, le aportan picante, pero no te producen una fiesta de la espuma a cada trago.

Mientras se va atemperando la cerveza, volvemos a echar la nariz a la boca de la copa. Un increíble y marcadísimo olor a café y toffe aparece inmediatamente. Los tragos cada vez son más cafeteros y menos alcohólicos, empezando a aparecer un cierto amargor al final bastante interesante e incluso algo de regaliz o pan quemado.

A medida que va cogiendo temperatura, empiezan a notarse ciertos tonos dulzones típicos de miel muy muy oscura y concentrada. La maltosidad y pegajosidad de la cerveza va aumentando y el cuerpo densifica. Y sobre este último punto debemos incidir ya que, al parecer, esta cerveza la usaban los monjes durante las épocas de ayuno como complemento alimenticio. Llenar, llena, desde luego. Otra cosa es que pudiéramos alimentarnos a base de estas cervezas :)

Y finalizando, que es gerundio, concluímos que esta es una muy buena cerveza. Sabor muy intenso, alta graduación, precioso color y fácil de tomar aunque llene bastante. Yo la acompañaría de una buena ternera o un cerdo y una ensalada para un día ocioso de verano en el campo. ¿Mi nota? Muy muy alta, aun siendo una cerveza "mainstream".

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