miércoles, 27 de abril de 2011

Restaurantes: Restaurante Serrano, Astorga (León)

Inauguramos una sección que única y exclusivamente utilizaremos cuando sea realmente necesario: restaurantes excelentes o restaurantes pésimos.

Y hoy, empezamos con otra novedad: esta reseña la escribe la componente femenina de El Mapache Feliz y no el mapache aprendiz como es la costumbre.

Así pues, os dejo con su texto:


No soy la típica clienta exigente, pero sí sé reconocer un buen servicio cuando lo tengo. En plena Semana Santa, y haciendo un alto en el camino de regreso a la gran ciudad para comer, cuál fue mi sorpresa al encontrarme a las puertas del Restaurante Serrano, frente a la catedral de Astorga. Se acercaba ya esa frontera horaria en la que no te dan de comer o ya está todo lleno, y dimos con este lugar.

Ni soy crítica gastronómica ni íbamos buscando un lugar en particular, pero la entrada del restaurante, repleta de las caras de los famosos que habían pasado por allí, ya nos decía que estábamos en un local "de bien". No era lo que íbamos buscando, pero está bien no buscar nada para encontrarte con sitios inesperados.

Nada más entrar, nos preguntaron si teníamos reserva. No, obviamente, ni siquiera sabíamos que íbamos a parar en Astorga cuando nos despertamos. "Esperen un momento". Inmediatamente, otra de las camareras nos indica que hay dos mesas terminando el café, que en breve nos podremos sentar. Vale, nos informan, y lo vemos, es real. No será mucha espera.

Mientras esperamos en el recibidor, va llegando más gente. Otras cincuenta personas están comiendo en ese momento. De la cocina, van saliendo camareros, platos, entran, salen, se pasan las comandas. Todo a una velocidad de vértigo. Un verdadero trabajo en equipo que demostraban en cada paso que daban. Semana Santa es un verdadero lío para los turistas, pero es difícil ponerse en el lugar de la gente que está al otro lado. El turista medio español se caracteriza por su "lo quiero ya", su intolerancia y su exigencia. Pero en esta ocasión, con todo el caos que puede suponer una cocina en estos días, el servicio mantenía una sonrisa en cada ida y venida. Y no era una sonrisa forzada, si no de satisfacción.

De vez en cuando, los camareros vienen a decirnos que ya queda poco. Da igual, me habéis convencido. Con lo que he visto, ya quiero comer aquí. Después de unos veinte minutos de espera, nos dan una mesa. Una organización impecable a la hora de prepararla, de tomarte nota y de aconsejarte. Cada uno en el equipo tiene un rol, y lo cumple a la perfección. No se pisan, no se equivocan. Todo está perfectamente ensayado.

Un pulpo a la feira, un solomillo de vaca con foie y un solomillo de cerdo a las dos salsas, pimienta y queso, más que suficiente para dos. Y en mientras, el propio cocinero se nos acercó. ¿Ha merecido la pena la espera? Más que de sobra. Y orgulloso nos aconseja los postres, que cómo no, ha hecho la mejor cocinera del mundo: la madre de sus hijos. Pues un semifrío de chocolate blanco, cómo no. Delicioso.

La camarera, avergonzada, se nos acerca para disculpar a su padre, que no puede evitar estar orgulloso de la familia que tiene. No es para menos. Misterio resuelto. Nos encontramos ante un negocio familiar, esa compenetración viene de muchos años de trabajo. Mis más sinceras felicitaciones. Volveré (espero).

Quizás el sistema de contraste es el que nos hace valorar más las cosas. 24 horas antes y casi 40 kilómetros al este, jueves santo, nos disponemos a comer en una taberna del centro de León. Un sitio sencillo, normal, tapas, raciones, menú...

Nuestro pedido: una ensalada, una ración de embutidos de León y unos churrascos. Tres cuartos de hora después, nos hemos acabado la coca-cola y miras alrededor... mesas vacías. Miras a la puerta, uno de los camareros fumando.

Nivel de indignación aumentando. A ver, que he pedido una ensalada y unos embutidos, no puede ser tan difícil. La mesa de al lado está igual. El padre de familia sale a la puerta y comenta: "estaba mirando a ver si habían puesto un papel de que había muerto la cocinera".

No hay papel, no hay comida. Camarero, por favor, hemos pedido hace casi una hora. Respuesta: "pregúntale al otro chico". El otro chico es ahora el que está fumando. No soy tu colega. No conozco al otro chico, ¿Me puedes decir algo?.

En fin, con resignación, hambre, y a punto de levantarnos, conseguimos comer. Agradecidos, claro.

1 comentario:

  1. habra que apuntar ese sitio como "pendiente" :))))) y el otro como "ni de coña" jejejeje

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